sábado, marzo 31, 2018


La batuta de cristal,
Rosario Bersabé Montes
 Círculo Rojo, 2018

Rosario Bersabé muestra que no hay género menor a la hora de escribir poesía y que los versos destinados al público infantil son de igual valía y mérito que aquellos que dedica al público adulto. Y es que los niños y niñas son bien exigentes y huelen, a distancia, todo aquello que sea falso, soso, tópico y falto de interés. Así que estamos todos de suerte al poder disfrutar de La batuta de cristal.
 En los 25 textos que forman este poemario la alegría nos sale a recibir a manos llenas. El genio lírico de la poeta, tan entroncado con el flamenco y las cadencias del mismo, se muestra en estado puro en estos versos que nos contagian el ritmo, que irradian música, son, felicidad y dicha. Rosario Bersabé convoca, con duende y gracia, a distintos instrumentos, todos con sus características y los hace protagonizar momentos tiernos y especiales.
 Los instrumentos no están solos, en absoluto, los acompañan algunos niños que son, por así decirlo, los genios que saben sacar la música de tambores, guitarras, trompas, flautas, castañuelas, trompetas, liras y acordeones. Niños como Teresa, Simón, Carolina, Paula, Pedro, María o Niara son capaces de seducirnos con sus dotes de pequeños artistas y de hacer que adquieran alma sus propios instrumentos. Instrumentos humildes e instrumentos con solera clásica, no importa, lo que importa es que sean capaces de crear magia. Y eso, sin duda, lo hacen a manos llenas.
 En La batuta de cristal se mezcla la poesía tradicional con la clásica porque no hay barreras para la música ni para su manifestación en verso que es la poesía. Así, el romance, las seguidillas, las coplas y también las décimas, las liras, el ovillejo y otras más se enlazan con un ritmo muy marcado, porque la poesía que forma este poemario está hecha para ser leída, sin duda, pero, sobre todo, para ser interpretada de forma oral porque, solo así, se capta bien esa musicalidad que comparten el fondo y la forma de los poemas.
 No solo nos encontramos con niños e instrumentos, sino también con animales, pequeños y grandes, con personajes de cuentos, con elementos de la naturaleza e, incluso, con ese otro instrumento tan especial que todos tenemos que es el cuerpo ya que la danza o el baile también tienen su lugar en los poemas de La batuta de cristal. 
 Si nos paramos a observar el trabajo fino de Rosario Bersabé, veremos que nada es gratuito. Las personificaciones se enredan con las metáfora y con las onomatopeyas, hay enumeraciones, algún polisíndeton y muchas comparaciones. Y, sobre todo, el reconocimiento de la autora a los pequeños intérpretes y a su trabajo y tesón porque, no lo olvidemos, nada sale por casualidad, solo el sonido de la flauta que tocó el burro de Iriarte y que no ha sido invitado a nuestra fiesta.
 Toma el libro el título de un verso del último poema, “La orquesta de Niara”, en donde vemos a Niara, muy concentrada, dirigiendo en el bosque de los cuentos. Y es que todo es mágico aquí, la batuta, fabricada por el abuelo, los instrumentos y el público. 
Así que, niños y niñas, señores y señoras, llega el momento de dejar los quehaceres y las prisas aparcados, porque una juglar llamada Rosario Bersabé nos está convocando al son de sus castañuelas y no hay mano y pie que se resista, así que rápido, rápido, escuchen que es la hora de la música.