domingo, marzo 26, 2017

La lucidez del alba desvelada,
Santiago Montobbio,
Los Libros de la Frontera, 2017
(El Bardo, 43)

La lucidez del alba desvelada es un libro río, un libro torrente que fluye en alocada -y viva-  carrera hacia el mar, hacia el poso y la reflexión, hacia, como leemos en el título, la lucidez del alba desvelada. Imaginamos al poeta, sin sueño, abocado a una desazón personal, a una inquietud que tiene un origen humano, un origen eterno, y que no es otra que el amor, pero no el amor pensado o anhelado, el amor trágico y desolado, no, más bien es el amor que se aguarda, que se echa de menos, que se sabe de uno, pero acerca del que se tienen dudas porque nunca podemos estar seguros de nada en este peripecia sentimental en la que caen todas las convenciones y habla nada más el alma. Imaginamos, pues, al poeta, maduro y sereno, desvelado, en un amanecer; un amanecer fecundo puesto que le da pie para ponerse a escribir poemas y más poemas, breves, en prosa, amplios, desolados, esperanzados, cargados de miedo, de lucha, de reposo, respetuosos, evocadores; poemas amplios y generosos como es la palabra del poeta. Y en este devenir que nos lleva del amanecer al día, Montobbio escribe y traza palabras y las encadena y las deja libres, y la invoca y las rechaza y las quieres y las maltrata porque así es el sentimiento del amor que aguarda, del amor que no es, pero sí es, que no llega, pero quizá llegue, que no está, pero que sí está.
Santiago Montobbio escribe estos versos entre 2010 y 2012. Son, por lo tanto, sus últimos poemas publicados. Cabe recordar que en 2009, después de veinte años sin publicar y acaso sin escribir, que es lo más duro, el poeta se desató, abrió sus compuertas y nos ofreció una tetralogía inmensa, La poesía es un fondo de agua marina, Los soles por las noches esparcidos, Hasta el final camina el canto y Sobre el cielo imposible. Con La lucidez del alba desvelada culmina, por decirlo así,cierra  esta primera etapa de madurez y lo hace ofreciendo un libro que, como estamos viendo, gira en torno al amor.
Escribe el poeta en el poema que abre el texto los siguientes versos:
"Amor que empieza, que canta, que anda.
Amor como el sueño sobre una playa".
Parece que, al principio de este largo amanecer, el poeta se sintiera optimista:
"En el temblor, en el dolor, en la luz
alta de esperanza y de mañana,
música que es solo ya cifra del alma".
 Es como si el poeta, gracias a este amor, rejuveneciera:
"Vivir en el amor esplende.
A este puerto llegue, y tú
me esperes".
En otro momento escribe:
"Sobre mi vida tú amabezcas,
luz o flor nacida para mi amor
y entre mis dedos, tras tanta espera".
Vive el amor como puerto, como llegada y como descanso, como mañana y como aire; pero también como espera confundida o como sueño y así, poco a poco, en esta duermevela, el poeta se siente desfallecer, se confunde y no distingue el sueño de la realidad:
"Eres solo un sueño, o este
temblor en que canto y
me estremezco. Adiós, beso".
Y continua, dejando atrás la esperanza:
"Eres ese poema triste
y su soledad que se desangra".
Y ponemos el dedo en la llaga al hablar de soledad, la lucidez de Motobbio es darse cuenta de que aguarda, pero lo hace en soledad y no sabe si tiene o no que seguir aguardando porque duele la espera. Continuamente empieza ahora el diós:
"y eres adiós, alba, alba,
huérfana en la nada destrenzada".
Ese amor de primavera, casi de Petrarca, se esfuma y llegan las sombras:
"Te he querido, te quise, sí, en un momento
seguro y cierto. Pero te he perdido."
En esta historia que va de la esperanza al sueño, al adiós, a la duda y a la desolación, se llega, coincidiendo con el amanecer, de nuevo al asombro, a la posibilidad de que todo es verdad, de que sigue el amor y vale la pena esperar:
"El amor da sus pasos, y tiene alas.
El amor me alcanza. Sea en él
contigo alma, alba, mañana".
Montobbio, en este camino de introspección, de autoconocimiento, acaba dándose cuenta de que es en él mismo donde acaso hallará la respuesta y trata de regresarse, de entenderse, de aceptarse:
"He tenido que volver a ser antiguo. Que ser limpio.
Que ser otra vez niño".
Al final de este periplo, los versos se trocan en prosa y evocan momentos vividos, lugares compartidos, gustos personales, afectos, aciertos y desaciertos, evocan ternuras, nostalgias y tristezas, pero son absolutamente lúcidos porque el autor está alcanzado esta clarividencia propia de los que sienten mucho, de los que tienen mucho qué decir y mucho qué sentir...Al fin "te quiero siempre viva, siempre conmigo -y siempre viva".
Sin duda son muchos más los elementos que podríamos comentar, pero valgan como anticipo para una lectura en la que el lector encontrará, dependiendo de su edad, una respuesta o una pregunta, pero jamás la indiferencia.

Grisela,
Anke de Vries - Willemien Min
Kalandraka, 2017

Sucede, a veces, quizás más a menudo de lo que creemos, que algunas personas no se sienten bien con ellas mismas y buscan, de forma equivocada agradar a los demás y parecerse a otros con el fin de tener más éxito y, sobre todo, de ser aceptadas socialmente. La búsqueda de la propia identidad se fragua ya en las edades tempranas y es bueno que relatos como Grisela ofrezcan una respuesta llena de esperanza y muy válida para todos.
Grisela es una hermosa ratita de color gris pero que se siente "muy triste, tan triste como su piel gris". Así, intenta transformarse y cambiar radicalmente oara mofa y escarnio del resto de los animales que se burlan de ella. Decide pintarse el morro de color rojo y una oca aparace para amargarla; lo mismo ocurre cuando opta por el verde en que llega la rana, o por el amarillo en que son los pollitos los que dicen muertos de risa "¿Dónde se ha visto un pollito con bigotes y orejas?". Grisela no se desanima y se pinta lunares, entonces son las mariquitas las que dan en el clavo cuando gritan: "¡Un ratón disfrazado de mariquita!". Aún queda el intento de pintarse de rayas, para mofa de la cebra. Finalmente, Griselda decide cubrirse de flores y son las abejas las que la persiguen. Parece que no queda salida y se lanza al agua.
El baño, aquí, tiene un valor simbólico porque Grisela sale purificada y, de nuevo, es ella misma, gris. En esta ocasión, no hay nadie al otro lado para reírse de ella, es un ratón el que aparece y le dice lo que ella estaba deseando oír y no creía de sí misma: "¡Qué color tan bonito tienes!". Y es que a veces también se necesita la mirada de otro para convencernos a nosotros mismos de nuestra valía y nuestras capacidades. Gracias a esta otra percepción, Grisela pasa de sentirse la más triste del mundo a "la más feliz".
Las ilustraciones, precisas, sobre el fondo blanco, inciden en los esfuerzos de la ratoncita por cambiar, por ser distinta cuando, realmente, ya lo es y especial, como lo somos todos. 
El relato nos acerca a uno de los problemas que tenemos en esta sociedad, de la opulencia y la riqueza, de las diferencias y las comparaciones, y es que se tiende a fijarse en las apariencias, en la imagen, en lo externo cuando, y es importante inculcar este valor desde la infancia, todo eso es superficial y pasajero porque lo que, de verdad importa, es sentirse bien, saberse especial y válido con independencia de nuestra apariencia.
Grisela va dirigido a los primeros lectores y podríamos decir que es una especie de fábula moderna que a todos puede interesar porque todos sentimos emociones y todos necesitamos saber transmistirlas e identificarlas. 

Por el camino,
Mariana Ruiz Johnson
Kalandraka, 2017

Por el camino es un poema infantil que mantiene el ritmo pegadizo y tradicional del octosílabo a lo largo de distintas estampas protagonizadas por varios animales que, en forma de números, del 1 al 10, relatan la alegría del camino. A menudo, se tiene la vista puesta en la meta y, así, solemos perdernos la maravilla del sendero, aquello que aprendemos, aquello que dejamos y retomamos, lo q ue no somos y seremos, lo que nos gusta y no nos gusta, pero que, siempre siempre, es aprendizaje. En esta ocasión, los animales que protagonizan el relato se sienten doblemente felices, por caminar y por tener una misión qué cumplir. Todos sin excepción se ha puesto en marcha con un único objetivo: ir al cumpleaños de la ballena y agasajarla con su presencia y sus regalos. Ahora bien, no pensemos que estos animales caminan solos, en abosluto, van acompañados de sus hijos que aumentan a medida que lo hacen los números. La elefanta, por ejemplo, va con un único hijo, la mona con dos, la osa con tres, la rata con cuatro, el león con cinco, la gallina con seis, la vaca con siete, la gata con ocho, la zorra con nueve y el señor bicho con diez. Observamos que son ocho madres y dos padres. Nos parece muy interesante que, en el caso del zorro, contra lo que marca la tradición y huyendo de estereotipos, la autora haya escogido a una "zorra elegante"; con lo cual se rompe un tópico lingüístico poco afortunado. 
En cuanto a los regalos, todos llevan comida, aquello que a ellos más les gusta y aquello con lo que creen que pueden gustar a su anfitriona. Finalmente llegan "a la fiests:/la ballena cumple años/ y la mesa ya está puesta". Ignoramos cómo transcurre la fiesta, porque, en la siguiente estampa, todos están de vuelta, aunque, por las ilustraciones, suponemos que muy bien. Se cierra así una jornada y un ciclo: "Andando por el camino, / todos vuelven a su hogar./ La luna brilla en el cielo. / ¡Es hora de descansar!".
Enlanzando con el tema de las ilustraciones, hay que decir que, sin duda, es uno de los atractivos del libro puesto que están llenas de color, son muy expresivas y muestras a estos animales, con sus rasgos, aunque vestidos como humanos. Se insiste mucho en la comida, con lo cual los pequeños lectores empezarán a conocer nuevos alimentos. Al tener una estructura cíclica, observamos, en la mesa del cumpleaños, todas estas viandas que, como por arte de magia, van a parar, en la última página, a la tripa de la ballena que duerme feliz. En este mundo, no hay animales más importantes que otros, todos son bien recibidos y todos contribuyen con lo que tienen, como debería ser en el mundo de los humanos.
Por el camino es un hermoso texto para los pre-lectores y primeros lectores que contiene, como acabamos de ver, muchos guiños para los lectores más mayores y muchas lecturas. Sea como sea, la poesía, el ritmo, la amistad y el color se dan la mano y caminan unidos.

lunes, marzo 06, 2017

Dulce canto de un pájaro en el jardín
Texto: Víctor J. Hernández
Ilustraciones: Eduardo Rodríguez
Tundra Ediciones, 2017. Colección Hojarasca

Jimena es una niña pequeña, de 7 años aproximadamente, a la que le gusta contemplar el paisaje y que presta atención a lo que la rodea, en especial a un pajarillo que se esfuerza en cantar y en decirle algo. Eso, al menos, le parece a la niña, quien, presurosa se lo cuenta a sus padres y todos van a consultar a un anciano que sabe mucho de pájaros. Este tiene una respuesta y Jimena acaba por entender el mensaje del pájaro del jardín y el cuento se convierte en una bocanada de aire fresco, como veremos.
Dulce canto de un pájaro en el jardín trata, de manera poética, de concienciarnos acerca de la importancia del entorno natural y su conservación en los espacios urbanos. Poco a poco, las ciudades se van llenando más de cemento y, así, expulsan a los animales que aún se atreven a convivir con los humanos o les hacen la vida imposible, como se ve en el relato. El pájaro, en un viaje mágico y fascinante, muestra a Jimena la otra vida, aquella que no vemos y que es tan necesaria para seguir viviendo. Cede la voz a las lagartijas, ardillas, musarañas, murciélagos, erizos y todo tipo de insectos. Jimena se admira y entiende la importancia de estos seres, su papel en el ciclo de la naturaleza. 
A menudo, como leemos en el cuento, nos olvidamos, en las ciudades, de la naturaleza. No somos conscientes de que es un gran error. De ahí que Jimena, una niña, que aún no se ha endurecido, sea la portavoz de estos seres y sea quien toma la iniciativa para hacer "la ciudad más acogedora cada día".
El texto muestra el delicado equilibro en el que convivimos en las ciudades al lado de la poca conciencia que existe y del rechazo a los pequeños animales que, por suerte, siguen obstinadamente viviendo entre los humanos. No sabemos, si continúan así las cosas, qué futuro nos aguarda y Dulce canto de un pájaro en el jardín pone, de una manera simbólica y dulce, el dedo en la llaga. Hay que moverse, esa es la verdad.
El relato, por otro lado, está escrito en verso, aunque sin respetar la medida de los versos, sí las rimas, puesto que se pretende hacer mucho hincapié en aquello que Jimena está viviendo y la rima ayuda a darle la musicalidad necesaria. Es un texto escrito con un afán divulgativo, que muestra un problema y su desarrollo y da pistas para su solución. Va destinado a los niños, pero, de alguna manera, todos somos destinatarios del canto del pájaro, a todos nos concierne.
Las ilustraciones, por otro lado, están llenas de color y de detalles y muestran una naturaleza plena, aún en pleno asfalto; de ahí el contraste entre el gris de una ciudad y el esplendor de las imágenes. Es posible la convivencia, nos vienen a decir los personaje animales que se asoman a las páginas del libro.
En suma, un mensaje muy oportuno y una visión llena de frescura y transparencia.