domingo, septiembre 11, 2016

Pere Calders - Carme Solé Vendrell
Kalandraka, 2016

Cepillo, cuyo nombre original es Raspall,  es un texto hermosísimo del escritor barcelonés Pere Calders. Si se me permite personalizar, quisiera trasladarme al año 1975, fecha en que falleció Francisco Franco y supuso, como todos sabemos, el inicio de la transición. En Catalunya, el catalán, por desgracia, había sido escindido y eliminado, aunque se mantuvo en el seno de los hogares. Cuando inicié mis estudios secundarios, en el año 1977 todavía no se impartía catalán en las aulas, pero al año siguiente sí. Nuestra profesora escogió el material que creyó oportuno y siempre recordaré una selección de lecturas, un librito que era una antología, y que yo leí con sorpresa y con ganas porque descubrí a autores importantes de la talla de Verdaguer o Narcís Oller. El último de los textos era el que ahora estoy reseñando, Raspall.  Me encantó y, desde entonces, lo he leído muchas veces y he reflexionado acerca de su significado y me sigue emocionando porque es una apuesta por la imaginación, una apuesta por la infancia y por los valores de los niños.
En 1981, cuando Pere Calders aún vivía (falleció en el 1994), el cuento fue ilustrado por Carme Solé Vendrell y obtuvo, cómo no, el Premio Lazarillo de Ilustración. Las imágenes de esta artista son siempre emocionantes porque no solo se fijan en el exterior, sino que retratan los estados de ánimo de los personajes y nos ofrecen esos pequeños detalles de la vida cotiana, interiores, vestuario, ambientación que no limita la imaginación, al contrario, ya que nos invita a creer en aquello que los ojos no ven, pero que el espíritu presiente. La figura de Sala, el niño protagonista del relato, vestido como los niños de finales de siglo o principios del S. XX nos resulta entrañable. Las sonrisas, los ojos de sorpresa, los gestos de los padres, las acrobacias del cepillo desfilan a lo largo de las páginas de este álbum ilustrado y nos permiten, a niños y mayores, ser un poco más felices.
Por todo ello, es una buena noticia que Kalandraka haya publicado la versión en castellano, traducida exquisitamente por Feliu Formosa, para ofrecerla a los niños de hoy y permitirles seguir soñando en la posibilidad de que un objeto abadonado y cotidiano sea algo más que eso.
El relato, sabido es, narra, en tercera persona, como un niño se queda sin su perro, Turco, porque se ha comido el sombrero del padre. El pequeño acepta la decisión, pero su alma se desgarra y busca cómo suplir la ausencia del perro puesto que él tiene mucho afecto que ofrecer y necesita poder proyectarlo. Tras muchas tentativas, decide que un cepillo abandonado puede servirle para crear la ilusión de que es un perro. Y lo que no era posible, acaba siéndolo. El cepillo, sin dejar de serlo, parece que cobre vida, que busque afecto, que sea capaz de darlo, aunque, en su familia, nadie lo cree. El final, imprevisto y conmovedor, permite dar la razón al pequeño Sala. A menudo, la lógica adulta nada tiene que ver con la infantil y, aquí, se demuestra dando la razón al universo sensible de los niños en donde la magia y la fantasía son primordiales.
Cepillo sigue siendo un relato actual que aborda temas como las relaciones entre padres e hijos o la capacidad de adaptación de los niños o la importancia del mundo que nos rodea y de saber mirarlo con otros ojos y, por supuesto, el tema primordial de las mascotas que tanto bien hacen a niños y mayores.
En definitiva, como dice el cartel que figura en la caseta de Cepillo, al final del texto: "No es seguro que lo sea pero merecería serlo".
 

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