jueves, marzo 31, 2016

Sobre el cielo imposible,
Santiago Montobbio, Libros de la Frontera.
 Colección El Bardo, 40. 2016

Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) comenzó, en su juventud, una carrera poética quese auguraba brillante, pero que, en apariencia, dejó truncada. En 2009, tras 20 años sin escribir, rompió el dique de la contención poética y escribió, en muy poco tiempo, 942 poemas. Había sido tanto el silencio que sus versos fluyeron libres, como el agua que, al fin, encuentra el cauce y arrastra, a su paso, todo aquello que perturba su camino. El poeta ha decidido agrupar todos estos poemas en una tetralogía formada por La poesía es un fondo de agua marina, Los soles por las noches esparcidos, Hasta el final camina el canto y Sobre el cielo imposible, libro que se presentará en Barcelona el próximo 7 de abril y que vamos a tratar de reseñar en las próximas líneas.
La poesía en Montobbio es amplia, se construye con periodos sintácticos extensos y enlaza, verso a verso, las partes de una misma historia, la del propio poeta. Santiago Montobbio, instalado en una madurez espléndida, ya no quiere ni puede callar y necesita explicarse a sí mismo el mundo que lo rodea, sus propios sentimientos, las cicatriz que le ha ido dejando la vida y, sobre todo, necesita constatar que está vivo, que la vida, pese a todo, es lo más importante y vale la pena ser vivida, aunque sea a través de luces y sombras, aunque sea "sobre un cielo imposible".¿Acaso el cielo no es para todos? ¿Acaso es una ilusión que nos hemos creado? ¿Es el cielo el reflejo de otra realidad? Quizá el poeta sienta que, con sus armas, pacíficas y abstractas, no pueda conquistar el cielo, pero sí llegar a rozarlo. Algún día, el cielo, gracias a los poetas, será, al fin, posible. Mientras, nos debemos conformar, como en el mito de caverna, con los reflejos, con las sombras, con la imagen de lo que pudo haber sido y quizá nunca sea.
Montobbio facilita al lector la comprensión del poemario porque no solo los numera (del 697 al 942), sino que suele fecharlos, con lo cual se entiende que son poemas correlativos, que han ido surgiendo, uno detrás del otro y que el poeta no ha tratado ni de falsear ni de edulcorar. A veces, hasta duele el sufrimiento de quien escribe unos versos tratando de dar respuestas y encontrando, a su paso, muchas nuevas preguntas y, a menudo, imposibles de contestar.
Los conceptos, el oficio del poeta, el sentido del poema, la misión de los versos son temas recurrentes en el poemario; así como el amor, sobre todo el desamor y la herida que deja, que no cicatriza, que siempre supura. El poeta, preñado de palabras, trata de darles sentido, pero no siempre sabe si lo hace y acude a otros lectores, a amigos, a seres queridos que le dan la opinión. Una de sus amigas opina que, en realidad, lo que Motobbio quiere es escribir prosa porque sus versos son un puro acopio de palabras, de sentimientos, aunque, algo ahí, la prosa tiene unas convenciones y la poesía otras y, en el caso que nos ocupa, no es prosa lo que fluye, sino poesía, aunque no encorsetada ni siquiera medida, más bien libre, pero poesía siempre. En otro momento, alguien le comenta que, para escribir lo que escribe, "es una persona normal". ¿Dónde está la línea que cruza lo normal y la supera? ¿Alguien tiene la patente de normalidad? Un poeta es aquel capaz de ver la normalidad donde no la hay. Que cada uno saque sus consecuencias.
Resulta muy complicado poder unificar, en unas cuantas líneas maestras, el propósito de Sobre el cielo imposible, entre otros muchos aspectos porque ni el poeta tiene claro ese propósito. ¿Por qué empeñarnos en buscarlo? La idea es leer, dejar que te acompañen, en este viaje, las palabras, los escenarios (Barcelona, muy a menudo), los recuerdos, las emociones, las sensaciones y las premoniciones.
Montobbio busca siempre el futuro, el renacer, la vuelta al principio y, en ese punto, reconoce que los niños tienen en sus manos la clave del misterio de la vida porque:
"Los niños hacen andar el mundo.
Le dan cuerda debajo de las sombras".
Tiende el poeta, como un demiurgo, a separar las luces de las sombras porque:
"Se asoma la luna, se asoma el alba.
Qué vivir tendrá mañana, y será
para él el tiempo una ventana.
El hombre mira por ella siempre a la esperanza".
Y es que la poesía, una vez puesta en pie, nunca acaba:
"El poema pide más. Pide vida. Y no termina".
La magia de los versos y esa especial manera de ser de los poeta nos salen al paso:
"(...) El poeta
es nuevo y viejo, es el mismo,
y es otro en su yo más profundo
y puro, como la soledad
que digo. El poeta
siempre es hechicero".
¿Qué hay detrás de los versos? ¿Qué busca el poeta?:
"(...) Yo solo escribo
y así no digo, solo en el arte
cabalgo, lato, me deshago, y siento que todo
lo que pueda decir fuera de él
es un sinsentido. Los poemas
se explican a sí mismos , o no se explican 
en modo alguno."
Sea como sea:
"El arte es aire claro y  a la vez
es siempre enigma."
El vacío, el abismo también aparece en los poemas de Montobbio y ese deseo de darle nombre a lo que nadie ha podido nombras jamás.La vida y el paso del tiempo, implacable, que parece no ser, pero que hace su labor a conciencia:
"Es este tiempo herido y fiero y que no es
nada, como la nada que el poema canta".
Y si es nada, ¿por que escribir?. Más aún, como le pregunta su propia madre: ¿Sobre qué los haces?:
"(...) Creo que yas los hago 
sobre nada, le respondo. Y es sobre nada
que los hago, o sobre la vida que pasa,
el latido o el ritmo con que la siento
y en el verso la ausculto, y en el viento
que lo modela, como junto al mar
al pino, y la luz y la sombra y las dagas
en ellas escondidas."
No se oculta el poeta, es más se nos ofrece, en total sinceridad, sin evitarse el desasosiego y la contradicción que lo amenazan:
"Ante el dolor siempre estoy solo".
Le diríamos que no es cierto, pero él mismo se da una respuesta pocos poemas más adelante:
"El poema da nombrea este desierto".
Ojalá, se dice, no tuviera que haber escrito estos versos, de dolor y de desamor, aunque no ha sido así, y le agradecemos la transparencia:
"Por este amor que aun así
ha sido una vida. Una vida, claro,
estúpida, y perdida, solo
de soledad transida".
Ahora bien, nos quedamos, siempre, con sus últimos versos que constatan la fuerza que aún le queda al poeta:
"Porque / vivir quiero".
Y no hay más que la vida y el paso del tiempo y la soledad y el desamor y las palabras y el ansía de trascenderse. Y no hay más ni menos, podríamos decir.
Sobre el cielo imposible es, como los otros libros de la tetralogía que comentaremos en otro momento, un libro río, un libro padre, madre y pan. Recomendamos al lector que sea despacio el prólogo del propio Montobbio y esas reflexiones que va intercalando a lo largo del libro que son, por así decirlo, como faros en medio de un mar. El mar de las palabras. O como dice el poeta:
"El silencio. La bendición del silencio.
Quiero un campo de trigo dentro del cuerpo.
Para hacer pan muy verdadero,
y como poemas extenderlo por tu recuerdo,
o el mundo entero".



miércoles, marzo 30, 2016


Contes pera nens que s`adormen de seguida,
Pinto & Chinto, Kalandraka, 2016.

Escriure un conte no és gens fàcil, fins i tot és més complicat, de vegades, que escriure una novel·la. Si parlem de contes curts la dificultat augmenta. En el cas que ens ocupa (“Cuentos para niños que se duermen enseguida” o “Contes per a nens que s`adormen de seguida”, també en gallec, portuguès i italià) s`aconsegueix, no només escriure textos de qualitat literària, sinó sorprenents, textos que causen perplexitat i ens deixen, a grans i petits, amb la sensació de que hi ha alguna cosa que ens hem perdut, però que ens agradaria conèixer.
Les coses no són sempre com ens mostren els sentits que, de vegades, ens enganyen perquè hi ha una altra manera de veure el món que ens envolta i és amb els ulls de la imaginació, de la màgia, del nonsense. Comences a llegir una història que sembla tradicional (un pirata, una princesa, un castell, un gegant o un monstre) i veus que res és el que sembla. Així, el pirata acaba alimentant-se de la seva pròpia pota de pal que ens converteix en una pomera, la princesa acaba sent una granota, el rellotge pintat de l`Emma funciona perfectament, la bruixa sap com conquerir l`amor de la seva vida, el follet acaba venent el seu bolet, les cartes de la baralla mai estan d`acord i així successivament. Hi ha, molt sovint, moments d`absolut lirisme com pot ser el conte “Animals de paper” o “La sirena i l`humà”.
El pas del temps, els costums, els sentiments, les emocions, la felicitat, els desitjos són presents en aquests contes, breus i força concentrats, que ens contagien la joia de viure, la capacitat de pensar, de reflexionar, de jugar amb els mots, de crear una altra realitat a partir de les coses i personatges coneguts.
Pinto & Chinto són, en realitat, Carlos López, autor del text, i David Pintor, l`il·lustrador. Els dos, en perfecta harmonia, ens contagien de l joc i la il·lusió que traspuen aquests 28 contes. Cada conte va acompanyat de la seva il·lustració, amb la qual cosa s`ha fet un esforç per relacionar text i dibuix. Si el text ens porta fins a algun parany, cap a terrenys que semblen coneguts però que no ho són; la il·lustració ens permet la contemplació del detall, del color, del gest en un moment, del rostre, del matís i de l`instant. Cada imatge s`atura en un fragment del conte o el capta de forma global.
Aquests contes lluiten contra la monotonia i ens fan veure que tot és possible, que un pot sortir de la seva zona de confort i endinsar-se en espais no coneguts perquè la recompensa no és noment passar una bona estona, sinó descobrir que, a la vida, a cada una de les nostres vides, d`adults que vam ser nens i de nens que seran adults, podem posar el color, la sorpresa i el canvi inesperat perquè res encara està fet i tot és possible.
En definitiva, aquests contes garanteixen somnis en grans i petits. Quan acabem de llegir, realment, tindrem tots els colors de l`arc iris a les nostres mans.

domingo, marzo 27, 2016

El cuervo de Poe,
Rosa Ruiz Gisbert, Ediciones del Genal, 2016.

Escribir un libro de memorias no es tarea fácil porque, por un lado, se despiertan vivencias o recuerdos no siempre placenteros y, por el otro, corres dos riesgos. O bien puedes dañar a terceras personas con tus palabras o bien lo dulcificas demasiado. ¿Cómo lograr un equilibrio? ¿Cómo conseguir atrapar al lector desde el principio?
La escritora malagueña Rosa Ruiz Gisbert, con un amplio bagaje de publicaciones a sus espaldas, logra, gracias a su prosa sobria, bien trabada y rigurosa, ofrecernos un texto que se lee con emoción e interés.
Rosa Ruiz evita caer en dramatismos, en lugares comunes, en quejas, en saldar cuentas pendientes... Eso no cabe ni en su cabeza ni en su manera de ser y escribir. Lo que pretende es dejar testimonio de ella misma para que la podamos entender mejor, para que podamos saber cómo fue y pensó y acaso sepamos valorar que, para que se construya una personalidad, hacen falta muchos días, muchas experiencias, muchas reflexiones y mucha honestidad. Honestidad es lo que derrocha la escritora en estas páginas.
No solo encontraremos aspectos biográficos sino reflexiones profundas sobre el ser, la existencia, las relacines personales, el amor, las emociones y los sentimientos. Rosa Ruiz es una mujer que ha leído mucho y que se muestra humilde en sus conclusiones, aunque podría darnos lecciones a todos.
Este primer volumen comprende su nacimiento, infancia, adolescencia y juventud. Nos habla de sus padres, a los que perdona y, a la vez, se perdona a ella misma. Nos cuenta las penurias de una posguerra en blanco y negro, sin alicientes, en la que había que sobrevivir cada día.  Nuestra escritora es una mujer que se hizo a sí misma, con tenacidad y esfuerzo que fue, poco a poco, tomando conciencia de sus habilidades y dándose cuenta de cómo podía evolucionar como persona y laboralmente.
Son muchos los personajes que aparecen por las páginas de este volumen, algunos ya murieron, otros leerán el libro. Las descripciones que hace Rosa Ruiz son certeras y realistas. No esconde los inconvenientes, pero tampoco disfruta contemplándolos. Los explica y sigue avanzando.
El cuervo de Poe se caracteriza, como decíamos al principio, por una prosa amplia y precisa. No acude al diálogo, sino a la reflexión personal, a la propia explicación que se ensancha y nos muestra una parte de nuestra historia reciente en la que no había avances tecnológicos, pero sí el contacto personal, las ganas de vivir, el deseo de soñar.
Agradezco a Rosa este volumen que me ha permitido conocerla mejor y valorarla como hija, como mujer, como trabajadora. No obstante, el libro se puede leer de manera indepediente; esto es, sin necesidad de frecuentar a la autora. Y ese es el gran mérito del texto, que cale su forma de escribir, esa ironía sutil que maneja, sus reflexiones siempre honestas y la gran categoría humana de la persona que es Rosa Ruiz Gisbert. 

domingo, marzo 13, 2016





Todo es máscara,
Rosa Huertas.
Ilustraciones: Álex Fernández Villanueva,
Anaya, 2016.

La acción comienza en Madrid, en 1835, en un baile de máscaras. La máscara es un elemento recuerrente a lo largo del relato, no en balde da nombre a la obra y contiene una simbología que es clave para entender el relato. Nada es lo que parece, ni la ciudad, ni los personajes, ni las acciones.
En este Madrid romántico, preñado de acontecimientos políticos y de continuos sobresaltos, las gentes aprender a seguir viviendo y lo hacen, cómo no, tras una máscara.
Eugenia, una chica de clase social alta, desaparece misteriosamente en ese baile y su amiga Teresa intenta, por todos los medios, averiguar qué hay tras esta desaparición. No le resulta fácil por su condición de mujer, aunque, con la complicidad de su hermano Mateo, se oculta tras un disfraz de hombre que le permite entrar en los espacios prohibidos a las mujeres, el café Príncipe, por ejemplo, y otros escenarios. Le ayuda Lucas, un amigo de su hermano quien vive un momento de confusión y ofuscación sentimental que lo lleva a cometer alguna torpeza con Teresa o con Juan, su identidad fingida.
En el relato se mezclan personajes imaginarios con personajes reales, como es el caso de Larra quien está viviendo sus últimos años y muestra todo su dolor, a veces cinismo, frente a su relación con Dolores Armijo. No obstante, ayuda a Teresa y aprende a guardar su secrero. Larra es una pieza esencial en este puzzle de las máscaras porque él mismo se ocultaba tras una máscara de fingida indiferencia. El relato avanza hasta el fatídido 13 de febrero de 1837 en que el autor decidió quitarse la vida. Rosa Huertas recoge las reacciones de las gentes y nos permite asistir, doloridos, al final de una etapa.
Mientras, Teresa averigua el paradero de Eugenia, aunque eso ya no le importa porque ella misma está viviendo su propia peripecia sentimenal con Lucas. El lector los acompañará en las últimas páginas de una manera especialmente intensa.
Todo es máscara nos habla del papel de la mujer en el S. XIX y de las limitaciones que tenía. Teresa, en ese sentido, es una adelantada a su época que no duda en vestirse de hombre para conseguir sus objetivos, aunque termina congraciándose con su femineidad. La novela también alude a algunas costumbres o usos de la época, como puede ser el duelo e, incluso, a las diversiones comunes como son la corridas de toros. 
Rosa Huertas se pasea por el Madrid del s. XIX con toda naturalidad, por las tertulias literarias, por los mentideros, por las calles, por el teatro Real, por los hogares, por las cocinas y por los espacios más secretos. Logra un relato, así, muy vivo, en donde la ciudad es también protagonista.
Los personajes como Teresa o Lucas son seres que evolucionan conforme avanza la historia. Lo vemos a través de sus cartas, de sus diálogos. Teresa al final del relato ya no es la joven asustadiza y con baja estima que veíamos al principio, sino una mujer consciente de sus ideas, con vuluntad firme. Lucas, por su parte, ya no es el joven despreocupado del principio, algo frívolo, que se fijaba más en la belleza que en el interior, sino un hombre que ha pasado por situaciones límite, que ha estado al punto de perder la vida y que, sin saber muy bien qué le deparará su condición, aunque consciente del amor que le tiene a Teresa.
Todo es máscara es un relato espléndido que no solo interesará a los jóvenes lectores, sino a todo aquel que quiera conocer un poco más cómo fue un periodo tan interesante, como efímero, como es el Romanticismo español.
Las ilustraciones, por su parte, se centran en los espacios y en los personajes a los que retrata de manera estilizada en los principales escenarios que se describen en la novela. La portada, por ejemplo, muestra una escena femenina, interior, que queda superada con la ilustración final, de Teresa, madura y triste, rindiendo tributo a Larra.






Un esguince en el cerebro
Alfredo Gómez Cerdá.
Ilustraciones: Francesc Rovira,
Edebé, 2016.

Un esguince en el cerebro es una metáfora paródica de lo que puede suceder si seguimos confundiendo lo esencial con lo superfluo. Hay mucho de postureo en nuestra sociedad, en nuestra forma de vivir más pendiente del tener que del ser. No es la primera vez que Alfredo Gómez Cerdá nos da un toque de atención al respecto.
El protagonista del relato es un niño cuyos padres, pensando que lo quieren mucho, lo han rodeado, desde la cuna, de toda clase de objetos electrónicos. La visión humanista o humanizante se ha perdido y, en su lugar, hay consolas y televisores por doquier y ordenadores y móviles y todo armatoste que tenga teclas y pueda conectarse.
Piensan los padres de Godofredo que están criando a un ser superdotado y no entienden que en el colegio no lo sepan detectar.
Todo va bien hasta que la profesora del niño tiene una idea, diríamos que subversiva. Pretende que todos lean un libro. Los padres de Godofredo se indignan y ponen el grito en el cielo, aunque acaban comprándolo, pero con todas las precauciones. El niño lo lee casi como si estuviera haciendo algo prohibido y los padres lo observan como a un bicho raro. La ironía, fina y recurrente, aparece en todo momento en las distintas situaciones que se describen en la novela.
Un buen día, Godofredo siente dolores de cabeza y, tras muchas pruebas, a cual más extraña, se le detecta un esguince en el cerebro. Sí, en el cerebro. No en la rodilla o en la pierna o en el brazo,  que sería lo más común, sino en el cerebro. Los padres amenazan a la profesora y el niño, mientras, trata de encontrar soluciones. Y las encuentra, pero eso deberá averiguarlo el lector.
El caso es que el cerebro, si no se alimenta convenientemente, corre el riesgo de atrofiarse o de, como le ocurre al protagonista, sufrir un esguince. Eso sí, hay aún remedio, pero, como tardemos en aplicarlo, todos acabaremos con el cerebro enfermo. O, si no, al tiempo.
Un esguince en el cerebro está escrito en clave de humor, como hemos dicho, pero contiene una carga crítica que solo con humor e ironía se puede formular. Los personajes y las situaciones se exageran y rozan el esperpento, pero eso nos permite que nos distanciemos y observemos a los personajes con curiosidad y pasmo y, por qué no, cierto miedo ya que, de seguir así, como decíamos, habrá pronto muchos padres que, como los de Godofredo, prefieran la tecnología a los libros. Es más, y eso si no que da miedo, quizá ya los haya.
El relato se destina a niños a partir de 10 años, pero haremos bien en leerlo los mayores. Se estructura en 13 capítulos y se narra en tercera persona de una manera ágil y vivaz. Los diálogos son certeros y los pensamientos de los personajes nos permiten entender mucho mejor la historia. Las ilustraciones de Francesc Rovira, por su parte, humanizan a Godofredo y nos lo muestran como un niño normal, pese a la influencia de sus padres. 
En definitiva, un libro punzante, crítico, divertido y que da pie, sin decirlo expresamente, a muchos debates. Sea como sea, la lectura se salva y sobrevive a tanta tontería y sinrazón.

viernes, marzo 04, 2016

Mi vecino Cervantes,
Rosa Huertas. Ilustraciones: Beatriz Castro,
Anaya, 2016.

¿Os imagináis a Miguel de Cervantes en pleno S. XXI? ¿Cómo iría vestido? ¿A qué se dedicaría? Lucas, el protagonista del relato que firma Rosa Huertas, cree que su vecino es el autor del Quijote porque se le parece mucho y porque hay demasiadas coincidencias entre los dos. Tanto le emociona el descubrimiento que está al punto de meterse en más de un lío.
El vecino de Lucas, efectivamente, parece haber vivido una vida casi paralela a la del autor renacentista. Ambos han perdido el uso de la mano, ambos pasan estrecheces económicas, ambos son escritores. Por si fuera poco, el vecino le cuenta relatos a Lucas que son las propias obras de Cervantes.
 Mi vecino Cervantes es una novela con un planteamiento muy ingenioso porque trasvasa la circunstancia de Cervantes al Siglo XXI y lo hace a través de la mirada de un niño. Así se logra un relato directo, muy cercano y emocionante.
Los datos que se dan del autor son certeros, con lo cual el libro puede ayudar a los primeros lectores a entrar en el universo cervantino y a hacerlo de una manera cordial, muy a su altura, aunque sin perder rigor ni calidad literaria.
El lector, sea niño o mayor, asiste a la amistad entre un niño y un anciano y se siente como un observador de la misma. El vecino de Lucas no tiene mucha suerte, no cobra jubilación, aunque no ha perdido el humor ni la alegría. De ahí que mantenga una buena amistad con Lupe, la panadera del barrio. Eso ocasiona alguna confusión porque Lucas se entera de que Cervantes murió a causa de la diabetes y cree que, si come dulces, eso le perjudicará.
El diálogo en la novela es esencial, como lo es en el propio Don Quijote. Lucas va creciendo a medida que don Miguel le va abriendo los ojos de la imaginación y lo va invitando a ser una persona creativa y libre. Uno de los consejos que le da es impagable: "...con la palabra puedes aprender, convencer, soñar, viajar a mundos lejanos, imaginar, crear nuevas ideas, relacionarte con los demás... Sin la palabra nada de eso sería posible".
El lector se deja seducir por el juego metaliterario que nos propone Rosa Huertas. ¿Es verdad o mentira? De alguna manera, Lucas sí conoce a don Miguel de Cervantes que lo acompaña durante un trecho de su vida hasta que decide irse a vivir con su sobrina. Ahora bien, la sorpresa viene al final del libro. Entonces descubrimos la verdad y entendemos el papel o misión de Rosa Huertas.
Las ilustraciones, por su parte, son decisivas para situar en el contexto actual la acción que nos relata el texto. Gracias a las mismas, vemos a Miguel de Cervantes hoy en día y aceptamos, de buen grado, que asi sea. Son ilustraciones muy realistas, llenas de detalles y color.
Mi vecino Cervantes va destinado a lectores desde 8 años y será, sin duda, un descubrimiento para ellos porque aprenderán, sin grandilocuencias, quién era Cervantes y cuál es su vigencia actual.
El homenaje a Cervantes, en su 400 aniversario, que le brinda Rosa Huertas es, sin duda, un acierto por su amenidad, por su planteamiento y por su cercanía.