domingo, diciembre 20, 2015







Maya Papaya, Ángeles González-Sinde
Ilustraciones. Laura Klamburg
Edebé, 2015.

Los primeros lectores están de enhorabuena ya que, estas Navidades, podrán recibir como regalo las nuevas aventuras de esta niña despierta y sensible que se llama Maya Papaya.
Maya Papaya es una pequeña muy observadora que aprende, poco a poco, a entender el mundo y a canalizar sus emociones. A menudo parte de una confusión, de una duda o de un deseo que, poco a poco, gracias a su entorno, va tomando forma y llegando a buen puerto.
En esta ocasión, por ejemplo, la encontramos enfuruñada porque su madre no la deja jugar, entre semana, con un juego de pantallas. Tanto porfía que su propia madre le propone que escoja otra madre que se ajuste más a sus deseos y, juntas, salen a la calle. Maya Papaya reconoce a otras madres que están en su barrio y que ella conoce (la frutera, la cartera, la policía...), pero descubre que, entre su madre y ella, hay un vínculo especial y decide, por supuesto, dejar de porfiar y ponerse a jugar con sus juguetes. Eso ocurre en Maya Papaya quiere cambiar de madre.
A Maya Papaya le sucede lo que a muchos niños: tiene miedo de la oscuridad. Su padre le cuenta cada noche los cuentos que ella quiere, pero, al final, hay que apagar la luz. En Maya Papaya mira debajo de la cama encontramos una solución imaginativa y luminosa para mitigar estos miedos. Resulta que no hay seres malos debajo de la cama, sino una ogresa que teje bufandas atrapasueños para que a los niños no se les "olviden los sueños más bonitos".
Los niños, como los adutos, han de aprender a desprenderse de aquello que o no sirve o se les ha quedado pequeño o, incluso, ya no es acorde con su edad. A Maya Papaya no le gustaría dejar ni un juguete cuando se van a mudar, en Maya Papaya está de mudanza, aunque esté roto. Le causa desazón pensar que debe desprenderse de cosas que a ella le gustaban, pero debe hacerlo. Además aquello que no sirve se recicla y se reconvierte, por ejemplo, en una casa para un pájaro, que es el regalo que está esperando a Maya Papaya en su nueva casa. Un pájaro al que la niña llama Futuro.
Los cuentos, escritos por Ángeles González-Sinde, se ajustan mucho al universo infantil y se adentran en aspectos cotidianos, en momentos propios de los niños y niñas que aprenden, despacio, a ser autónomos y a tener criterios propios. Sin didactismos ni valoraciones personales, la autora muestra la evolución de una niña que aprende a escoger y a entender que, en la vida, puede haber muchas respuestas a una sola pregunta. En los textos, escritos en tercera persona, son muy importantes los diálogos que propician un intercambio de sentimientos y una reflexión posterior a cargo de la protagonista.
Las ilustraciones, por su parte,  Laura Klamburg, se centran en los momentos puntuales, en los gestos, en las actitudes, en aquello que rodea a Maya Papaya y conforma su pequeño-gran universo. Son ilustraciones que ahondan en los detalles, que se centran en los pequeños objetos, en aquello que, de verdad, inquieta o alegra a un niño.
En definitiva, son historias muy apropiadas para los primeros lectores e, ideales, como decíamos al principio, como regalos estas Navidades... y siempre. Además, el formato es muy manejable y cómodo para las manos infantiles.


martes, diciembre 01, 2015



El niño bisiesto

José Luis Alonso de Santos.

Ilustraciones de Federico Delicado,

Kalandraka, 2015, (Siete Leguas)


Daniel es el narrador y protagonista de “El niño bisiesto”. Lo apodan así en el colegio porque nació un 29 de febrero. A Dani el detalle de haber nacido en año bisiesto no le hace ninguna gracia y se compara, por ejemplo, con Julio César y Augusto que crearon sus propios meses porque le gustaría ser como ellos. Además, nació en un montacargas y, por si fuera poco, es un niño dado a sufrir percances y fracturas que se pasa media vida en el hospital. Ahora bien, Dani es también un niño listo, divertido y crítico.
“El niño bisiesto” está estructurado en 11 capítulos que suponen una reflexión irónica y sagaz, en primera persona, de Dani quien, aconsejado por su madre, decide escribir su propia historia, hilando palabras, y se la dirige a un tú imaginario que es, en realidad, el lector. Se trata de un juego narrativo interesante y difícil porque el uso de la segunda persona es arriesgado y supone un dominio de los recursos literarios, por parte del autor, ciertamente notable.
Dani repasa su vida de niño de 10 años. Habla de sus hermanas, de sus padres y de la relación que tiene con ellos. Comenta los aspectos propios de la escuela, con los típicos matones de clase; sus primeros amores, las dudas y vacilaciones propias de su edad. Nos habla de sus miedos, de sus torpezas, del temor al ridículo y, sobre todo, nos transmite una mirada fresca, directa, no contaminada, de la infancia y sus problemas porque, no nos engañemos, ser niño no es tampoco una tarea fácil. Son muchos los frentes abiertos que tiene Dani y muchas sus preguntas, aunque aún sean pocas las respuestas.
A menudo se alude a ejemplos literarios, pero sin afán enciclopédico ni didáctico, solo como referencia. Así, aparecen el Quijote y Sancho, el pueblo de Fuenteovejuna, "Platero y yo", "La historia interminable" o "Robison Crusoea", por poner unos ejemplos. De alguna manera su autor, José Luis Alonso de Santos, brinda un homenaje a la literatura clásica y a sus propias raíces culturales y profesionales, porque son muchas las alusiones a las letras, a las palabras, a los libros e, incluso, al teatro. Recordemos que José Luis Alonso de Santos es uno de los autores teatrales más reconocidos de nuestra letras en la actualidad. Además, hay aspectos biográficos en el relato que le permiten al autor esa mirada, ya comentada, limpia y directa.
“El niño bisiesto” es un libro divertido y ocurrente protagonizado por un antihéroe ya que Dani es algo torpe, algo desgarbado, no tiene éxito con las niñas; aunque sí sabe cómo jugar con las palabras y convertirlas en sus aliadas.
El relato va destinado a los lectores desde 7 años, pero pensamos que gustará mucho a los pre-adolescentes, la edad en donde está instalado Dani y, sin duda, al lector adulto, a aquel que no ha olvidado qué es ser niño y quiere seguir siéndolo e, incluso, al que lo ha olvidado y necesita que se lo refresquen.
Dani, por último, nos cuenta que está aprendiendo a escribir poesía y que ha decidido copiar algunos versos al principio de cada capítulo, lo cual nos parece una prueba más de diversión, de juego, porque son poemas jugosos y cercanos al nonsense.
Federico Delicado, por su parte, ilustra el libro con aportaciones llenas de color, de luz y muy centradas en aquellos episodios imaginativos, como puede ser el cuello espectacular de su amigo Carlos que le crece de un día para otro o el episodio del alacrán que el lector descubrirá en el capítulo "La granja".
Daniel no es un niño problemático aunque, en el colegio, un psicólogo se empeña en diagnosticarle transtorno de déficit de atención. Ahí el autor lanza una crítica contra las etiquetas con las que, a menudo, se marca a los niños para clasificarlos o justificar errores de los propios adultos. En el caso de Daniel, la nueva psicóloga desbarata el transtorno y lo se molesta en observar a Dani y entender sus intereses. Así, a él no le gusta el fútbol y prefiere el ajedrez y no por eso ha de ser catalogado como un niño raro.
En definitiva, un relato divertido, con mucha ironía y cierta crítica que permitirá que los lectores se oxigenen.