lunes, agosto 11, 2014






El mundo de afuera,
Jorge Franco,
Alfaguara, 2014


El mundo de afuera, Premio Alfaguara de Novela 2014, es una historia que te atrapa desde el principio. Jorge Franco crea una ficción en donde la realidad y la fantasía se dan la mano tan fuerte que se entremezclan. El amor, la muerte, la corrupción, la crueldad y los cuentos de hadas son ingredientes esenciales en el relato, aunque puedan parecer contrarios.
En 1971, Don Diego, un acaudalado hombre de negocios, es secuestrado en Medellín, cerca de su casa. Lo secuestra el Mono, quien pretende conseguir una buena suma por el rescate. No obstante, el tema que podría parecer conocido y común a otras novelas, aquí no lo es puesto que hay muchos detalles emocionales que hacen que nada parezca lo que es. Don Diego, germanófilo y exquisito,  pertenece a otra época. Decide construir un castillo en Medellín, imitando el de La Rochefoucauld en el que custodiará sus bienes más preciosos, a Dita, su pareja, que no su esposa, quien huye de la Alemania nazi y, sobre todo, a su hija, Isolda. La pequeña vive recluida en el castillo, aunque es observada por distintas miradas, una la del narrador, un joven al que no llegamos a conocer y puede que sea el propio autor; la otra la de Mono quien estaba secretamente enamorado de la niña.
Isolda ha encontrado en el bosque, un secrero, entre los insectos y unos curiosos conejos, a los que ella pinta y da el nombre de almariajes, que juegan con su pelo y lo trenzan de flores y sueños.
Los personajes de El mundo de afuera son potentísimos, criaturas desubicadas, que no encuentran su lugar en el mundo, ya sea por nostalgia, por imposición paterna o por errores propios.
En la novela hay elementos muy cercanos a los cuentos de hadas, aunque también aparecen momentos de horror y de vileza humana, sin olvidar un humor descoyuntado, enorme, que nos deja perplejos.
El ser humano, entre claros y oscuros, es retratado en la novela. El lector va, poco a poco, entendiendo la peripecia de Isolda, sus deseos más escodidos y sus frustraciones secretas. En medio de todo ello, Dita que trata de salir a flote y acaba contagiada del universo de su hija y Don Diego, quien se resiste a luchar por su propia vida. El Mono, que podría parecernos el personaje negativo, también es motivo de compasión porque nada en su vida le sucede como la había planeado.
Jorge Franco construye una novela que emplea la técnica del "flash-back" puesto que empieza casi por el final y va desgranando, en vaivenes, el resto de la historia hasta un final inimaginable y, en parte, abierto.
En suma, El mundo de afuera es una novela espectacular,  abrumadora y amplia cargada de ternura, de emoción, de dolor, de rabia y de sueños. ¿Quién se resiste a leerla?

jueves, agosto 07, 2014







La zapatilla roja,
Karin GruB - Tobias Krejtschi,
Lóguez Editorial, 2014.

A veces los libros cuentan historias punzantes y dolorosas que golpean nuestras conciencias y nos hacen reflexionar sobre el mundo que estamos creando entre todos. ¿Por qué los niños y niñas tienen distintas oportunidades dependiendo del lugar en que nazcan? Es una terrible injusticia y un dilema moral importante.
En esta ocasión, en la contraportada del libro se nos habla de un niño, Kenan, al que le gusta mucho jugar al balocesto con sus amigos, aunque su país vive en guerra. Este niño, junto con sus amigos, van a disputar un partido y se desplazan en autobús. Y en ese momento comienza la historia. El autobús es atacado y muchos niños son heridos de gravedad, uno es Kenan. La mirada de Kenan desaparece y en su lugar aparece la del periodista, maduro y curtido en mil batallas, quien ha de cubrir el caso, no obstante no es alguien insensible ya que hay un detalle que lo sacude: la zapatilla roja de Kenan. El niño solo lleva una zapatilla, porque la otra ha desaparacido, junto con su pierna y esa zapatilla, casi nueva, un tesoro para el muchacho, hace que el periodista piense en su sobrino que, al fin y al cabo, sería como Kenan si viviera en ese país.
Las ilustraciones de La zapatilla roja en blanco y negro, en gris, se centran en las miradas, en los gestos, en las prisas, en ese ajetreo que conllevan las urgencia y en la zapatilla que es la nota de color. La única nota de color, en un mundo hostil. Hay, no se nos olvide, una página que abandona los tonos grises para mostrar un sueño, una ilusión: Kenan se levanta de la camilla y, con las dos zapatillas, se dispone a jugar el partido que ya nunca podrá disputar porque, al pasar página, todo sigue igual o peor. El periodista necesita hablar con su sobrino, necesita buscar algo de normalidad en su vida.
La zapatilla roja no es un libro cómodo ni fácil de leer. No es tampoco un libro que se pueda dejar a los niños sin más, sin un acompañamiento. El pequeño lector, desde 9 años, puede entender la historia pero ha de tener a un adulto al lado para tratar de reflexionar o de canalizar sus emociones que, sin duda, surgirán en torrente.
La zapatilla roja es un libro necesario, valiente y arriesgado. El texto es claro, conciso. No huye de la realidad, pero tampoco hurta la esperanza. La acción puede suceder en cualquiera de los países enfrentados en alguna guerra sin fin y el mensaje ha de penetrar capas y capas de nuestra conciencia, a veces dormida, a veces larvada. ¿Por qué Kenan no puede jugar en paz? O, mejor dicho, ¿por qué Kenan no puede vivir en paz? ¿Por qué?