sábado, abril 27, 2013

Luces en el canal,
David Fernández Sifres,
Madrid, SM, 2013.

“Luces en el canal”, de David Fernández Sifres, es el Premio Barco de Vapor 2013. El relato está escrito en tercera persona y narra la conmovedora amistad entre un niño y un mendigo. No obstante es mucho más que eso porque Fernández Sifres sabe cómo darle la vuelta a una historia amarga y dura y presentarla, de forma amable, aunque nunca ñoña, a los lectores.
El pequeño Frits no puede montar en bicicleta porque, a causa de un accidente provocado precisamente por una bicicleta, tuvieron que amputarle una pierna. Un día conoce al señor Dussel que vive en un barco destartalado con su mujer.  Entre el niño y el anciano comienza, como decíamos, una amistad sin concesiones. Frits descubre emociones y sentimientos que lo ligan al matrimonio Dussel y aprende a no fiarse de las apariencias.
Dussel fabrica una bicicleta especial para el niño, aunque eso provoca un nuevo accidente. El pequeño queda inmovilizado y el señor Dussel es detenido. Frits, impotente, lo observa todo desde su ventana y siente que la realidad a menudo es más impactante que la fantasía ya que asiste a la metamorfosis de los Dussel que se convierten en cigüeñas. Lo imposible, pues, hace que Frits valore todavía más la amistad que ha tenido con los Dussel. Las aves y, en especial, las cigüeñas juegan un papel crucial en la novela. Son , por así decirlo, como símbolos de la libertad. Los Dussel suelen pasar hambre, un hambre feroz, aunque digna, y sienten envidia de las aves que, de alguna manera, sacian sus necesidades cada día. De ahí el final sorprendente que le da David Fernández Sifres al relato.
La novela está ambientada en los canales de Ámsterdam y se estructura en 14 capítulos más un epílogo. Es un relato claro y directo, no exento de fantasía que permite al lector entender la importancia de los prejuicios y la necesidad de huir de los mismos.
El libro, además, es un canto a la amistad entre seres, en principio, desiguales que aprenden a valorarse y a comprenderse porque se miran con los ojos del corazón no con los de las conveniencias. Por eso Frits es el primero en llamar señor a Dussel y el primero en averiguar su secreto.
El libro, formalmente, está muy bien cuidado y se presenta en tapa dura y muy bien arropado por las ilustraciones de Puño, verdaderas ventanas al color y a la imaginación.
No sabemos qué evolución seguirá Frits tras esa experiencia iniciática con Dussel, pero si sabemos qué ha aprendido mucho y que ha crecido como persona. Además, Frits ha obtenido una lección importante: todas las personas tienen dignidad, sean pobres o no y no hay que prejuzgarlas, como hace su madre, por no tener apenas nada con lo que alimentarse. Dussel y su mujer son personajes de gran calado humano que nos hacen pensar en la importancia de seguir siendo fiel a unos ideales. Frits, sin duda, lo ha aprendido. Y el lector… también.

 

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