lunes, abril 08, 2013

Conrado, un científico enamorado,
Pep Castellano,
Algar, 2013, Calcetín, 82.



“Conrado, un científico enamorado”, Premio Vicent Silvestre de Literatura Infantil, es un relato divertido, a menudo disparatado y siempre brillante. Su principal cualidad narrativa es, precisamente, el punto de vista. Se opta por la primera persona, aunque no siempre es el mismo personaje quien refleja la acción, con lo cual el relato de enriquece y la perspectiva también. Marta, la niña protagonista, y el propio Conrado se encargan de explicar los mismos acontecimientos, aunque desde distintas posiciones.
Conrado es un científico aparentemente chiflado que experimenta con distintos elixires. Uno de ellos, a base de kiwi, es el que toma Marta, quien comienza a actuar como si estuviera en un anuncio publicitario.
El libro habla de la amistad, entre Marta y Amado, de los contratiempos que se viven en la niñez, pero también del amor entre adultos; un amor aparentemente inalcanzable porque Conrado se siente atraído hacia María, la madre de Marta, aunque esta inicialmente no le corresponde e, incluso, logra denunciarlo a la policía por el tema del elixir.
La novela muestra que la ciencia puede ser divertida y que no está reñida con la vida cotidiana, antes al contrario.
Por otro lado, el relato está escrito con mucho humor e ironía. Marta es una niña sagaz, que afina muy bien cuando hace un comentario y que sabe juzgar a las personas, a sus compañeros, sobre todo, pero también a su propia madre. Y es que algunos de los personajes son bastante excéntricos. Todo ello contribuye a que el lector, desde el principio, se sienta atrapado por una novela que le permitirá divertirse sin olvidar que, en la vida, a menudo, los buenos amigos no se “ven” a la primera.
“Conrado, un científico enamorado” está indicado para lectores desde 10 años, aunque, como siempre decimos, puede leerse a cualquier edad. Las ilustraciones son de Jorge del Corral y presentan a un Conrado descoyuntado y a una Marta divertidísima. Ahora bien, a menudo las apariencias engañan, claro que sí, y ni Conrado está tan loco ni Marta se lo pasa tan bien. De ahí que la novela también invite a la reflexión.

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