martes, noviembre 22, 2011

El escritor asesino,
Blanca Álvarez,
Barcelona, Edebé, ( 8 2005). Periscopio, 46.




Jaime es un joven que, en principio, tiene la vida asegurada. Sus padres están separados y él vive con su padre en una zona residencial sin ningún contratiempo hasta que su mundo se fractura. El padre de Jaime, un escritor de moda, mujeriego y pretencioso, es acusado del asesinato de la última de sus conquistas y, a partir de ahí, comienza el verdadero desarrollo personal del muchacho quien, con la ayuda de una amiga, Carlota, deja atrás su confortable burbuja y descubre que, más allá de su casa, de su escuela, de su pequeño mundo, late otra realidad, acaso más peligrosa, menos cómoda, pero también mucho más interesante. Cabe señalar que el personaje del escritor siempre se conoce de forma indirecta
El escritor asesino, de Blanca Álvarez, es una novela de suspense, ya que Carlota y Jaime se dedican a investigar, de una forma no siempre ortodoxa, qué cabos sueltos hay en la investigación que ha condenado al escritor. No obstante, este aspecto, que es el hilo conductor del relato, no es lo más atractivo de la novela. Para nuestro gusto, lo mejor de la novela es la capacidad de la autora de entrar en la mente y el corazón de un adolescente y saber reproducir, sin fisuras, sus pensamientos. Jaime escribe en primera persona, de manera retrospectiva y recuerda el momento en que su padre vivió en la cuerda floja, no obstante ya advierte que todo se solucionó y, pese a ello, el lector tiene curiosidad y sigue leyendo. Ése es un mérito excepcional en una época en que la prisa parece ser el valor más preciado.
El escritor asesino es, en definitiva, una novela iniciática en donde un joven aprende a valorar lo que tiene, a mirar con otros ojos a su alrededor y a incorporar nuevos amigos y experiencias. Para Jaime participar en la resolución del conflicto de su padre es algo crucial, un punto de inflexión en su vida, ya que es la primera vez que hace algo importante. Hasta ese momento: “… yo tenía la sensación de vivir en una nube, en algún lugar irreal, inventado por otros y sin que yo hubiera elegido ese papel. […] Tal vez sea cierto que nos lo dan todo tan preparadito como una papilla para bebés y no acaban de crecernos los dientes. Lo malo es que nos crece la indolencia”.
La novela, por otro lado, es también un ejercicio de higiene acerca de los misterios de la literatura. El padre de Jaime es un escritor muy leído, aunque no todos en su profesión opinan lo mismo y, como bien se pregunta su hijo, “¿Quién decidía lo que era literatura con mayúsculas o pura estética de almanaque, como decían algunos de los críticos que mi padre leía?”.
El escritor asesino, por otro lado, nos introduce en distintos ambientes. Va de un lado a otro, por un Madrid que a Jaime, a menudo, le resulta desconocido. Se introduce en las agencias que investigan lo que sea sin pedir muchas explicaciones. Sabe de los anticuarios. Conoce el ambiente nocturno de la ciudad y aquel otro ambiente de la llamada “gente guapa" que, como la presunta víctima del escritor, tienen mucho qué ocultar en la trastienda, pese a sus aparentes vidas de éxito.
Blanca Álvarez escribe una novela equilibrada, no exenta de humor, en la que todas las piezas se van dando la mano y en la que no hay resquicios. Jaime es quien tiene la última palabra y quien recompone el puzzle de esos días en los que su padre estaba preso, acusado de asesinato.
La amistad, las falsas apariencias, el honor, la complicidad, el humor, la superación de los estereotipos y muchos otros aspectos son importantes en El escritor asesino.
Una novela, en suma, rápida y vibrante, pero también reflexiva y muy bien construida. Hay que añadir que la edición que se está comentando es la octava, por lo tanto, sigue siendo una obra muy leída y… valorada. Y con motivos.

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